¡Eeeh, pibes, bienvenidos a otro episodio de "Casos sin...Resolver" en Arshentain, donde te cuento los casos que te dejan con el alfajor en la garganta y el corazón en la mano! Yo, que la conozco lunga de quilombos que huelen a vainilla y muerte, te traigo el misterio de Alfredo Gómez, el dueño de la fábrica de alfajores Trufles en Mar del Plata, asesinado el 30 de septiembre de 2010 en su propio baño de 2x1, al lado del salón de producción.
Imaginate, che: un lugar donde se hacen dulces que te alegran el día, convertido en el escenario de un crimen brutal – un patrón bueno, sin deudas, sin enemigos conocidos, encontrado con la cabeza destrozada por un golpe seco. No fue un arrebato, fue algo personal. Sentate, cebá un mate, y preparate pal bardo – porque este caso lleva 15 años sin resolver, con pistas que se enfrían como un alfajor en la heladera.
El día del crimen arrancó como cualquier jueves en Luro al 4700. Alfredo, 63 años, era el alma de Trufles – pagaba sueldos puntuales, mejoraba la frecuencia si alguien pedía, y tenía un equipo de dos hombres y cuatro mujeres que lo respetaban.
Al mediodía, dejó la fábrica pa' almorzar con su pareja y la nieta de ella (a quien quería como propia). Volvió a las 14:30, saludó a todos, y se metió en el baño a cambiarse. A las 15:10, una empleada lo encontró muerto: cráneo fracturado por un golpe en la nuca, sangre por todos lados, pero ni un peso faltante, ni un cajón revuelto.
La puerta del baño estaba abierta, el cuerpo boca abajo, y un buzo ajeno tirado al lado con una mancha de sangre Grupo 0. La policía llegó rápido, pero el lugar estaba contaminado – todos los empleados tenían huellas y ADN por trabajar ahí. El dato clave: ningún robo, solo un golpe seco, como si el asesino supiera exactamente dónde pegarle.
Las pistas que no cierran: El buzo no era de Gómez – análisis químico confirmó sangre Grupo 0 sin factor RH, y un empleado joven ("Fer", apodado por Gómez) tenía Grupo 0 RH positivo. Parecía el culpable, pero el ADN en el buzo no coincidía – el pibe salió limpio.
La familia, con María Cristina (pareja de Gómez) al frente, pidió recompensa desde 2013, indignada porque el caso del abogado Ventimiglia (primo del secretario de Seguridad) tuvo 150 mil pesos en un mes, mientras Trufles tardó 5 años en conseguir 50 a 150 mil (publicado el 23/01/2015 en La Capital). El asesino entró y salió sin ser visto – ¿un empleado? ¿un conocido? ¿un ajuste de cuentas disfrazado? La policía apuntó a robo frustrado, pero sin pruebas. El dato clave: ningún sospechoso, solo un buzo con sangre que no es de nadie.
El final abierto y el bardo eterno: 15 años después, el caso está en el freezer – María Cristina y sus abogados claman por una delación, un arrepentimiento o "un milagro". La fábrica cerró, los empleados se dispersaron, y Trufles es un fantasma amargo. El asesino se llevó el secreto, pero dejó una mancha que no se borra.
Yo, que vi más misterios que multas de tránsito en Mar del Plata, te digo la posta: este crimen es el bardo de un patrón bueno asesinado en su propio dulce – ¿robo o venganza personal?
¿Creés que el asesino fue un empleado o un desconocido? ¿La recompensa trae algo o quilombo eterno? ¿El buzo es clave o chamuyo policial? Contame tu teoría, loco investigador, que el bardo criminal te deja la capocha recalculando...

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